martes, 19 de febrero de 2013

LA VOZ INTERIOR


Pero antes de Miller y Moore, en la Marvel de los setenta, guionistas como Don McGregor y Doug Moench evitaron igualmente el uso del globo de pensamiento para expresar el discurso interior de los personajes, acudiendo en su lugar a los cartuchos rectangulares, a menudo entrecomillados. Con ello aplicaban al cómic de acción y superhéroes un recurso bien conocido en los tebeos románticos y de crimen de los cincuenta, pero sobre todo pretendían evocar el aroma de la novela negra y de espías con narrador en primera persona. La intención principal era dotar de mayor complejidad y matices al universo superheroico para llevarlo a una dimensión más adulta, en consonancia con la edad creciente de sus lectores, y en esa misión el discurso interior retornó a los cartuchos de texto en detrimento del globo del pensamiento. El trabajo de los citados guionistas prefiguró el de Miller; de hecho, en el caso de las historias escritas por McGregor en la primera mitad de los setenta para Black Panther —el primer superhéroe negro de la historia, creado en 1966 por Jack Kirby y Stan Lee— parece haber una influencia más global: si despojamos a la Pantera Negra de McGregor de sus sentimientos de «duda y escepticismo, es un héroe puramente milleriano, sometido al impulso imperativo de hacer lo que es justo por encima de cualquier satisfacción personal» (BERMÚDEZ: 1999, 110-111).

Doug Moench, por su parte, empleó profusamente el cartucho con pensamientos entrecomillados en colecciones como The Hands of Shang-Chi, Master of Kung Fu, una serie de artes marciales y espías creada en la estela de las películas de Bruce Lee y de la serie televisiva Kung Fu (1972- 1975), aunque construida con códigos subyacentes de los superhéroes. Protagonizada por el héroe chino Shang-Chi, creado por Steve Englehart y Jim Starlin en 1973, la popularidad del personaje llegó sobre todo con guiones de Moench y dibujos de Paul Gulacy, que introdujeron innovaciones formales y texturas narrativas densas en las que abundaba el discurso interior del protagonista [fig. 8]. Durante los primeros ochenta Miller incorporará a la serie Daredevil esta tendencia orientalista de artes marciales arcanas, haciéndola suya y añadiendo sus temas personales, pero también, en determinados episodios, el uso del cartucho de pensamiento, como enseguida veremos. 

Fig. 8: El discurso interior entrecomillado del protagonista en «Cat», Master of Kung Fu, 38 (marzo 1976), Doug Moench y Paul Gulacy (tintas de Dan Adkins y Jim Steranko, color de Petra Goldberg). Reproducido en Diversionsofthegroovykind.blogspot.com. Nótese la alternancia de dos escenas en la página, en presente y en flashback. © Marvel Comics 1976



En otro personaje de la Marvel de los setenta, Deathlok the Demolisher, Moench dio un paso adelante y empleó el monólogo interior en cartucho de texto sin comillas, combinando además distintas voces en primera persona. El cyborg Deathlok, creado en 1974 por el dibujante Rich Buckler junto a Moench, era una suerte de monstruo de Frankenstein cibernético que se rebelaba contra su creador en un futuro distópico. El personaje dio lugar a un comic book de vocación experimental cuyas soluciones formales anticiparon algunas de las desarrolladas por Miller en la década siguiente: complejos diseños de página, yuxtaposición en la página de distintos planos narrativos, simultáneos o bien asincrónicos, monólogo interior múltiple con distintas voces [fig. 9]. En Deathlok los diversos monólogos interiores procedían de la misma mente, la del cyborg, diferenciando su personalidad humana de los pensamientos programados del ordenador integrado en ella. En todos estos antecedentes de Miller el cartucho de texto para albergar los pensamientos los distanciaba del personaje que pensaba, los mediaba, incluso aunque el tiempo verbal empleado fuese el presente.

Fig. 9: El monólogo interior múltiple en «A Cold Knight’s Frenzy», Astonishing Tales, 25 (agosto 1974), Doug Moench y Rich Buckler (color de Glynis Wein). Reproducido en Diversionsofthegroovykind.blogspot.com. © Marvel Comics 1974
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Lo anterior es un extracto de un artículo que he publicado en el número 3 de la revista de filología Ítaca, editada por la Universidad de Alicante, un monográfico dedicado al cómic que ha coordinado Eduard Baile. Mi artículo trata sobre el discurso interior en los cómics de Frank Miller, basado en parte en la tesis doctoral sobre toda la obra de Miller que defendí hace ya más de un año (parece mentira como vuela el tiempo, etc.). Pero antes de llegar al meollo del artículo trazo una aproximación histórica sobre el empleo del discurso interior en el cómic norteamericano, con ejemplos destacados de la tradición en la que Miller ha trabajado, la del comic book. Los párrafos de arriba pertenecen a ese epígrafe histórico, titulado «La voz interior en el cómic norteamericano», y los he destacado ahora porque tanto Shang-Chi como Deathlok protagonizaron dos tebeos de los setenta de los que hace tiempo quería hablar aquí, en parte por sus propios valores singulares, y en parte ahora, por lo que respecta al objeto del artículo, porque los considero dos antecedentes directos del trabajo que Miller desarrollará en los ochenta en los cómics que le hicieron famoso. De momento, os dejo el enlace por si queréis leer el artículo entero: 
El discurso interior en los cómics de Frank Miller
El número completo de Ítaca, que incluye artículos de Daniel Gómez y Josep Rom, Antoni Maestre, Joan Miquel Rovira y José RoviraJordi Canyissà y Francisco Javier Ortiz, con presentación del coordinador del número, Eduard Baile, puede consultarse en el siguiente enlace:
Revista Ítaca nº 3, Dossier Còmic i literatura

3 comentarios:

Eduard Baile López dijo...

Pepo, muchas gracias por colaborar y por la difusión. Tu artículo merece mucho la pena.

EDUARD

Jordi Bravo dijo...

Descargado el PDF. Y por mucho que ahora impere el denostarle, que grande Miller, cuantas alegrías enviñetadas nos ha legado este genio absoluto. Gracias por el artículo Pepo!

Pepo Pérez dijo...

Gracias a vosotros por los comentarios, y especialmente a Eduard por su labor en este número de la revista.